Opinión
miércoles, 18 de enero de 2023

Un nuevo entorno y nuevas temáticas de inversión

Por Frederic Leroux - miembro del comité de inversión estratégico de Carmignac –

Frederic Leroux  FOTO: WEB
Frederic Leroux FOTO: WEB

El nuevo entorno económico que se está configurando en un contexto de inflación podría generar oportunidades de inversión en el sector industrial, la renta variable japonesa o incluso en la deuda emergente.

Ahora que acaba un año y empieza otro, es momento de compartir nuestras reflexiones como inversores sobre las perspectivas para 2023. Como se ha mencionado varias veces en los últimos trimestres, el retorno del ciclo económico obliga a los inversores a adaptarse a la nueva situación económica mundial, que será permanentemente más inflacionista que antes.

De hecho, una combinación de factores hace probable que la inflación mundial se muestre persistente y los tipos de interés tengan tendencia a mantenerse más altos.  Dichos factores son la demografía mundial, el probable retroceso de la globalización en favor de la relocalización, la opción por una transición energética rápida y el fin de la Pax Americana. Así pues, nos vemos abocados a orientar nuestras inversiones hacia temáticas capaces de obtener mejores resultados en un entorno inflacionista, teniendo en cuenta al mismo tiempo el carácter cíclico a corto plazo de la economía, que vuelve a cobrar fuerza y exige que el inversor sea proactivo en su gestión y capaz de acomodarse a episodios desinflacionistas, por ejemplo.

Tras verse afectado negativamente por la guerra en Ucrania, nuestro equipo de gestión de renta fija se propuso recuperar el rendimiento aplicando un enfoque de gestión decididamente activo, incorporando la perspectiva de unas rentabilidades más elevadas. Algunos inversores también pueden sentirse atraídos por la deuda privada, un segmento del que se desconfía enormemente porque sus rentabilidades incorporan demasiado riesgo de impago en relación con los fundamentales económicos que percibimos.

El equilibrio económico que esperamos a medio plazo apuntala el próximo repunte económico coyuntural con un dólar más débil, lo que podría aumentar el atractivo de los mercados de deuda emergente, donde los bancos centrales tendrán más libertad para aplicar las políticas monetarias más convenientes. Liberados de la restricción de un dólar fuerte, estarán menos limitados en su deseo de relajar la política monetaria. 

En cuanto a la renta variable, la perspectiva de que la inflación regrese en oleadas nos ha impulsado a explorar temas de inversión que han estado en un segundo plano en los últimos años.

Por ejemplo, reconocemos la contribución de la transición energética a las actuales presiones inflacionistas y creemos que ésta no se puede hacer de manera eficaz sin la participación de los grandes productores de combustibles fósiles, que están muy implicados en esta transición y figuran entre los mayores inversores en energías renovables. El pragmatismo nos anima a trabajar en armonía con estos «actores de la transición» siempre que se comprometan decididamente con un enfoque a favor de las nuevas energías.

Siguiendo la misma lógica a contracorriente, el mercado de renta variable japonés podría resultar interesante. Desatendido por los inversores extranjeros durante varios años e incapaz de aprovechar el potencial bursátil de las acciones japonesas, infravaloradas según todos los patrones de medición del valor, este mercado sólo necesita un detonante para materializar dicho potencial. Una subida de los tipos japoneses impuesta por una inflación persistente podría ser este detonante paradójico al contribuir a una apreciación duradera del yen e incluso atraer a los inversores desalentados por el debilitamiento de la moneda nipona en los últimos 12 años. Según esta hipótesis, el sector bancario se vería favorecido junto con los sectores que se benefician de un renovado dinamismo de la economía nacional. 

Además, la voluntad de relocalizar la producción de carácter estratégico tras constatar nuestra dependencia de países lejanos desde la pandemia y las transformaciones vinculadas a la voluntad de desarrollar más rápidamente las nuevas energías generan oportunidades a largo plazo en el sector industrial. Europa debería ofrecer muchas en este ámbito. 

Combinar la reactivación de sectores enteros de la industria con los conceptos más sofisticados de market timing para aprovechar al máximo el nuevo carácter cíclico de la economía nos parece un planteamiento eficaz para adaptarnos al nuevo entorno macroeconómico internacional. 

El retorno del ciclo económico en un ambiente con tendencia a una mayor inflación está barajando de nuevo las cartas en los mercados financieros. Las empresas y sectores infravalorados por un largo periodo de crecimiento lento y baja volatilidad han evolucionado a la sombra de los buenos valores de crecimiento, hasta caer en el olvido. Tras la desaceleración y la desinflación que se avecinan, serán los ganadores en la próxima fase alcista del ciclo económico, lo que generará simultáneamente grandes oportunidades para los gestores capaces de asumir una exposición negativa a la subida de los tipos de interés y positiva a los nuevos países.