Opinión
miércoles, 02 de octubre de 2019

Educación del futuro: principios básicos de un modelo de colegio innovador

Por Gabriel Rshaid

Director General de The Global School  - Escuela bilingüe con una propuesta centrada en el alumno y con un énfasis en la tecnología como puerta de entrada al conocimiento –

Gabriel Rshaid FOTO: WEB
Gabriel Rshaid FOTO: WEB

Hay una clara conciencia colectiva de que los sistemas educativos actuales no dan respuestas a las demandas del presente, y mucho menos a las del futuro. Ese futuro es tan difícil de predecir, que hace improbable que el cambio en educación se logre a través de los sistemas nacionales de educación. No obstante, la paradoja es que es a través de éstos que podemos generar cambios a gran escala para poder construir un futuro diferente.

La evaluación PISA es considerada la medida más relevante de la eficacia de los sistemas escolares nacionales. Los países que obtienen los mejores resultados en dicha evaluación, lo hacen sobre la base de un contexto cultural favorable y hábitos de trabajo y estudio de sus alumnos adquiridos a lo largo de sucesivas generaciones. Pero el modo de llegar a esos resultados no siempre es algo para destacar. En países como China, Japón o Corea del Sur, en ocasiones, estos resultados se obtienen a expensas del bienestar de sus niños y jóvenes, y exponiéndolos a una presión excesiva.

Finlandia, a pesar de haber obtenido resultados ligeramente más bajos en la última evaluación publicada sigue siendo considerado como el mejor ejemplo educativo a nivel global, ya que combina excelentes resultados en las evaluaciones internacionales con un sistema escolar que favorece el bienestar y el sano desarrollo de niños y adolescentes. Y aún así ya está revisando su modelo educativo nuevamente.

He tenido la fortuna de visitar escuelas en Finlandia y participar de actividades de capacitación en ese país, además de conocer personalmente a algunos de los principales referentes de su sistema educativo. Cuando uno observa lo que sucede en una escuela en Finlandia, sorprendentemente, no percibe nada muy revolucionario en materia de pedagogía. ¿Qué es lo que marca la diferencia? Han logrado desarrollar una alta autoestima colectiva de la profesión docente, que hace que los jóvenes la escojan como opción de carrera. Además, los colegios tienen autonomía para decidir qué es lo mejor para sus alumnos y prácticamente no existe burocracia ni dentro ni fuera de las escuelas. El éxito del sistema escolar finlandés radica solamente en la aplicación consistente de lo que se sabe son mejores prácticas: números bajos de alumnos por docentes, aprendizaje activo, uso significativo de la tecnología, frecuente actividad física y muy poco énfasis en las calificaciones numéricas.

En todo el mundo existen escuelas con un enfoque de aprendizaje innovador, cuyas prácticas pueden ser adaptadas al contexto de cada colegio ya que constituyen ejemplos concretos de cómo llevar a cabo pedagogías de avanzada. Entre ellas Avenues, High Tech High, Alt School y Steve Jobs School; y en Latinoamérica el Colegio Aleph en Perú, el Colegio Fontán en Colombia y The Global School en Argentina. En todos estos casos, a partir de objetivos fundacionales muy claros, han logrado quebrar la inercia de pedagogías que prácticamente no han variado en decenas de años y paradigmas que sustentan a un modelo tradicional de la escuela que ya son inválidos.

Aún ante esta diversidad de prácticas educativas y contextos, se pueden discernir principios muy claros que dan forma a un modelo diferente de colegio, mucho más acorde a los desafíos educativos que enfrentamos.

Diez principios básicos de un modelo de colegio innovador

1.      Una educación y evaluación personalizada, reconociendo los talentos y diversidad de cada alumno.

2.      Uso significativo de la tecnología para abrir las puertas del aprendizaje y ser un factor de disrupción positiva que acerque a los alumnos a disfrutar de ir al colegio.

3.      Prevalece el trabajo y aprendizaje colaborativo por sobre lo individual.

4.      La actividad física para propiciar hábitos de salud, así como aprender sobre nutrición y cuidado del propio cuerpo.

5.      Desarrollar en niños y adolescentes una sana autoestima y confianza en sí mismos, incluyendo la capacidad de desarrollar una mirada introspectiva y reflexiva que les dé sustento personal.

6.      Fomentar habilidades de orden superior como la creatividad y el pensamiento crítico para resolver problemas complejos en un mundo dinámico y cambiante.

7.      Emprender y crear proyectos en la escuela, como una habilidad casi de alfabetización para las oportunidades infinitas que tendrán nuestros alumnos en el mundo sin fronteras.

8.      Capacidad de crecer y relacionarse con otros en el mundo globalizado, aprendiendo inglés en un contexto natural y con la mayor extensión cultural posible.

9.      Reflexionar sobre el propio aprendizaje y hacerse co-responsable del aprendizaje de los otros, un imperativo ético ineludible en la sociedad del conocimiento.

10.    Valores personales firmes y una conciencia de las implicancias éticas de los desarrollos tecnológicos para poder hacer frente a los cambios vertiginosos que definen nuestro tiempo.

La enumeración anterior no pretende ser una taxonomía ni clasificación, ni es exhaustiva, pero marca un camino muy claro a seguir para cambiar profundamente las prácticas que hoy todavía subsisten en la mayoría de las escuelas. Accionar en base a ello implica una transformación muy profunda que casi invalida la mayor parte de lo que todavía se hace frecuentemente en los colegios, como docentes dando clase, pruebas escritas a libro cerrado, alumnos como sujetos pasivos de su educación, y la asimetría en relación a la responsabilidad del aprendizaje entre adultos y alumnos.

Los colegios deben actualizarse acompañando la evolución del conocimiento, conectando sus aprendizajes con temas y problemas de la vida real, y teniendo en cuenta, fundamentalmente, demandas laborales que han cambiado radicalmente, y para las que la escuela de hoy no prepara adecuadamente. Andreas Schleicher, director de educación de la OCDE, la organización que lleva a cabo la evaluación PISA, señala que las escuelas de calidad del siglo XXI “deben potenciar el desarrollo de habilidades para un mundo interconectado en el que los alumnos comprendan el respeto por los demás y tomen medidas responsables para lograr la sostenibilidad y el bienestar colectivo.”

La verdadera transformación de las escuelas radica en que los educadores repensemos nuestro rol como personas que aprendemos junto con nuestros alumnos. Este viaje por el mundo de la educación nos permite aprender de las prácticas de los países más exitosos y de las escuelas más innovadoras. Estos aprendizajes requieren de traducciones para atender las realidades de cada contexto. Aún así los principios mencionados anteriormente son los que, aún ante un futuro incierto, nos invitan a cruzar el umbral de la innovación a través del cual solo podremos avanzar como educadores.